viernes, 26 de marzo de 2021

EDITORIAL - ¿Quién fuma más?

El clásico de las plazas en Baigorria se juega a la vista de quién lo quiere ver.


A cualquier hora del día y con entrada libre y gratuita. Jóvenes entregados al consumo que los alejan de la propia realidad, de las cosas importantes que sustentan la vida.

Se puede inferir, que estar junto a otras personas compartiendo este tipo de encuentro, lejos de ser saludable, marca profundamente la actualidad de estos pibes que siguen consumiendo pero no viviendo. Que beben el trago amargo de la desesperación, la entrega y el miedo de no poder ser.
 
Verlos en este contexto duele porque el tiempo en apariencia para ellos no corre, y, sí lo hace. En la distancia, en el momento de tomar conciencia verán que no son los mismos. Encontrarán huellas de lugares que les resultarán extraños “ahora”, pero que antiguamente, endiosaban.

Genera tanto espanto verlos montados sobre sus motos. Surcando las calles de la ciudad alocadamente. En la brutal compañía de sus estridentes caños de escape que el único escape aparente, es el de la realidad, de la cual, dejaron de formar parte desde hace tiempo. Realidad que los ha atrapado con tanta fuerza, que les resulta imposible pensar en una salida.

Esta triste actualidad se sucede sistemáticamente cada día en diferentes sectores de Granadero Baigorria. Bajo el sol de las mañanas u ocultos en las sombras que el mismo sol refleja sobre los árboles de las distintas plazas de la ciudad. A cuyo amparo y al sólo efecto de fumar y reír en ausente compañía, se los puede ver. 

Pensar sobre este presente, no es más que intentar entender o analizar sobre el mismo. Y me interpelo como miembro de esta comunidad que no los ve tan solo porque no los mira en su accionar cotidiano. Que seguramente sepa algunos de sus nombres. Que, quizás, se haya acostumbrado a su presencia convirtiéndose insalubremente en una penosa postal cuyo tratamiento, a simple vista pareciera insuficiente, multiplicando no sólo el consumo, estigma de un desarraigo emocional de los jóvenes, sino que transparenta la real incumbencia de ausentes acciones concretas que tiendan a la contención como primera medida y al abordaje integral como macro medida sanitaria.

Este es el dilema que debemos enfrentar como comunidad. Es insuficiente promocionar el tendido de redes, promocionar una que otra obra pública, sí, la gran obra, si el tendido real, el que sustenta la salud de tantos pibes diseminados por la ciudad, está claramente tendido y socavado por hábitos que los silencian, acciones que los postergan y el inclaudicable efecto de las drogas que los invisibiliza como personas. Se mira dando la espalda. Se dice desde el vacío de una banal intención.

Ellos no lo saben porque han desarrollado su vida y sus vínculos bajo el oscuro influjo de “ellas”. Pero, y nosotros, que a diario notamos y padecemos sus gritos, sus ruidos, su violencia, sus llamados y su angustia ¿Qué hacemos concretamente? Tan solo nos quejamos de sus ruidos y comportamientos. Y la responsabilidad social que a todos nos compete ¿Qué? Y sus necesidades y postergaciones ¿Qué? Y la terrible hipoteca que significa el ser personas que no se desarrollan, que no se capacitan, que indebidamente se relacionan ¿Qué?

Granadero Baigorria ha cambiado. Me pregunto, si este cambio, contiene los aspectos emocionales, culturales, sociales y familiares de quienes decimos ser sus habitantes.

Me pregunto si el supuesto cambio representa intereses personales o refleja algo nuevo en nuestro concierto emocional de cada día.

Me pregunto si la necesidad por aparentar una realidad de ficción - pregonada por algunos - supera la realidad concreta, cabal con la que convivimos.

Me pregunto, cuantos en esta ciudad de imponente barranca y caudaloso río, nos preguntamos sobre qué bases estamos construyendo nuestra realidad comunitaria. Alguna vez, nos hemos preguntado, porque Granadero Baigorria crece en torres de departamentos y continúa sin resolver problemas estructurales y básicos en los barrios de la ciudad. Sera que esta bendita ciudad crece de cara al rio y a la anuencia de la sonrisa de sus inversores. Sera que al ciudadano de todos los días no le corresponde otro beneficio que el de tolerar que la dejadez, la inoperancia y el olvido los siga teniendo como protagonistas por el resto de sus vidas. Naturalizando el empobrecimiento del vínculo comunitario.

Comunidad, que para que sea entendida como tal, debe tener algo en común que los ligue, los contemple y los sostenga. La pregunta mayor quizás sea, ¿qué tienen en común los habitantes de Granadero Baigorria? En la sinceridad de la respuesta, posiblemente, se podrá encontrar en parte o en su totalidad, la respuesta.

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