martes, 24 de septiembre de 2024

ENSAYO: EL FANATISMO

"El fanatismo condena el intento, atrasa el aprendizaje. Desconsidera el verdadero estímulo. Subleva los instintos naturales: nutrientes, del criterio, el afecto y el pensamiento".





El fanatismo condena el intento, atrasa el aprendizaje. Desconsidera el verdadero estímulo. Subleva los instintos naturales: nutrientes, del criterio, el afecto y el pensamiento. Presagia oscuros augurios por el simple hecho, de que el fanatismo no ve, siempre mira en detrimento del acontecimiento que envuelve el momento y registra la acción que condenó para siempre al dolor, a la ausencia, a un empezar desolado por la impropia indecisión de no pensar, de apreciar solo lo propio y nunca lo compartido. 

Se jacta de saber siempre el paso que hay que dar. Nunca pregunta tan solo, porque todo lo sabe. Desconoce el empeño colectivo. Menosprecia la voluntad solidaria. Menoscaba el silencio, el abrazo y la palabra empeñada. Sus palabras, no tienen alcance, no retumban; no generan eco en su entorno. Cree, pertenecer a un conjunto de iguales y no es más que la suma de voluntades remuneradas por la ambición, el desconsuelo, y la desgarradora verdad que tarde o temprano, vislumbrarán. 

Sonríe poco y duda mucho. Muy pocas veces se lo puede observar verdaderamente sereno, calmo, satisfecho. El fanatismo no es libre. Es malintencionado y egoísta. Es abyecto y subordinado por su incapacidad de querer verdaderamente. Su andar, genera polvareda que tapa los verdaderos sustentos de las personas. Personas que lo ven pasar y no entienden muy bien el motivo de su paso. No comprenden el objeto de su enojo. Enojo devenido en ira cuando sus caprichos ideológicos no son aceptados. Su furia, solo genera espanto en quienes lo sufren por primera vez. Luego se lo tolera más, no se lo considera como en los primeros tiempos. Ya lo conocen, el impacto es otro. Esta singular captación de individualidades, ofrece rencor, mentira, confrontación, falta de solidaridad, carece de sentido común y vanagloria su impropia materialidad, con bienes que lejos están de haber sido obtenidos por el esfuerzo propio, por el trabajo comprometido, por la idea aplicada y por el empeño necesario.  

El fanatismo aturde con sus gritos y silencia con su inoperancia. Descree del compromiso, del encuentro franco y sincero; huye de estas instancias. No sabe por qué lo hace, pero huye sin intención de saber el verdadero motivo. A pesar de que se mueve en masa, su núcleo es frágil, porque su razón de ser idolatra la manipulación en detrimento de la libertad de criterio. Su volumen es volátil, efímero, fugaz y por momentos, inerte. Es estéril, porque sus argumentos no son sustantivos, son coyunturales y sin sentimiento alguno. 

El fanatismo no es libertario. Por incapacidad. Por temor a depender de sí mismo, arrastra angustiadamente el pesado lastre de sentir y desear el anhelo de libertad. Lo supera este sentimiento, más no puede resolver tamaño conflicto emocional. Puede más la conveniencia y la subordinación que el respeto personal y el respeto por los demás. Por impericia; por ser la sumatoria de voluntades rentadas por el ocio intelectual de no valerse por sí mismos, el fanatismo desconfía. Su juicio se ve afectado y corroído por la ausencia de una deseada calma que no logra obtener. Las voluntades degradadas y manipuladas por su incontrolable apetito de dominar, muy en su penar, sucumben ante la insoslayable necesidad de cada día.

 La muchedumbre que lo profesa, no sabe de esmero, porque todo en su haber personal, es subsidiado, por un relato ficticio; sin arraigo intelectual ni emocional. Relato desmedido de ofertas. Relato que los subyuga y entretiene de la peor manera. 

Multitudes que en el fragor de sus cánticos, resuenan vacíos de una voz propia. Sin rumbo ni opciones, el fanatismo los observa; los cautiva; los engaña; los utiliza y, luego de tan ardua contemplación, se sienta a contar plácidamente el cúmulo de regalías usufructuadas. Esparce por el aire su soberbia como así también, su incansable codicia. Su verborrágica apariencia, desorienta a quienes no han podido en el tramo vital de sus vidas, apropiarse de los conocimientos necesarios que les otorguen la posibilidad de discernir; que les permitan escuchar y comprender; que adquieran la singular capacidad de deletrear la realidad según su tiempo y forma de interpretarla.

El fanatismo carece de sentido del humor. Sus gestos, evidencian la irresuelta claridad de pensamiento que lo domina. Necesita aglomerarse, pues la libre expansión de las emociones lo aterra y por momentos, lo bloquea. Es abyecto. Se ufana de un poder que, le es prestado por quienes desde la obscuridad, arbitran todo: las palabras, las acciones y hasta la forma de decir y de moverse. Su praxis metodológica es la pura sumisión.

 El fanatismo es un colectivo inocente; carece de luz propia y de un discurso que lo dignifique. Nada le pertenece. Su supuesto poder es efímero, temporal y rentado. No deja huella, tan solo levanta polvaredas oportunas a las ideas de quienes lo cuestionan. Servil, inmaduro y frívolo, se ufana de ser algo y no es más que la última nota de una triste opereta cuyo encanto no seduce; cuya melodía no despierta asombro ni suma libres voluntades. Su funcionalidad y servicio es previsible, su protagonismo, también.


“BIENVENIDOS A LA TROMPETA”  “GRACIAS, POR ESTAR AHÍ”


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