Justa caricia

Siento la fuerza del viento cuando te miro. Miro el vacío del espacio y sus ecos me hablan de otro tiempo. Donde descansó la pena, allí, quedó marcado con la sombra de una mano. Donde se refugió el dolor, está pintado con las palabras que lo provocaron. Saliendo al patio la sombra de un umbral y la sombra que proyecta otro umbral, dividen el patio en diagonales de diferentes intensidades; una más clara y extendida, la otra clara y circular. Ambas delineando el espacio y enmarcando las figuras. Supe de tu presencia por tú añejo perfume allí suspendido; que traspasa los tiempos y las urgencias; que se impregna cual capricho que pretende ser consagrado; que alimenta la agonía de la pena de saberte aquí y no haber estado. Supe de ti por las ganas de verte y saber de tu talle y tus palabras. Me embeleso pensando si aquel rincón te cobijó. Si miraste por esta ventana... Menciono las simples cosas que te pudieron tocar, porque en las simples cosas te encuentro. En el rocío de la mañana tras un amanecer que nos sorprendió a la vera de algún beso o, en el encuentro fugaz e intenso de un hola y hasta la tarde. Te encuentro en las pequeñas cosas que compartimos. Allí, te espero cada nuevo minuto de esta vida. Desde allí espero la llegada de esos nuevos minutos. Amplitud justa que nos enfrenta y nos envuelve. Justa medida para tus pasos. Justa humedad para el calor de nuestros cuerpos. Justa aspiración al estirar mis manos y tocarte. Justa conjugación tu respiración y mis latidos. Justa armonía nuestras sombras entrelazas. Justa paz descansar a la vera de tu cintura y desde allí, ver el mundo en la dimensión justa.