La
textura de las palabras habla de su esencia y de las posibilidades que nos
otorgan. Posibilidades de transmitir al menos un no o un sí. Esencia que se
desnuda al momento de expresarnos sinceramente. Ella lo percibe y se logra el
propósito. La palabra llega. El afecto se produce. La emoción persiste y la
calma con el temple forjado por los fríos del invierno y las brisas de la
primavera observa y se emociona.
Esbozar
cierto grado de pensamiento sobre la textura de las palabras, nos lleva a
afirmar que se nos presenta como un patrimonio propio y único. El gen de cada
palabra es portador de una fracción ínfima o mayúscula. Más allá de la
extensión de la oración, el gen se visibiliza cuando el mensaje se alcanza. Mostrándonos,
una línea continúa de texturas entrelazadas. El valor de las palabras. La
importancia de sus fibras. El alcance de sus voces. La inmensa maravilla de
verlas y leerlas. La eterna emoción de sus alcances. Los milagrosos vínculos
que se hermanan en el simple recodo de cualquier camino o en la distancia más
lejana. Allí, la textura de las palabras forja su temple y nos permite
comunicarnos.