sábado, 30 de junio de 2018

VESTIR UN TALLE

Ariel Ereñù 
Editorial


Los que callan,  aduciendo  en su actitud conocer la realidad de los muchos que carecen de representación quedando a merced de vacías argumentaciones, por qué lo harán? 

Por qué callarán los que callan? Será para preservar su voz. Será, porque no tienen què decir, o tan sólo callan, piensan y esperan. Entallados en ésta postura, callan, más no hacen. Visten su talle.

Hay otros, dispersos, que sienten, piensan y no logran concretar nada. Desde dicha observación cotidiana, se puede inferir,  que callar,  se convierte en un espacio con un dialecto en formación que mira sin reaccionar. Que dice sin enunciar. Que no siente el peso de las palabras que pronuncia. Que se ahoga en un silencio profundo desde el cual hacerse escuchar, sólo depende de uno mismo. 

Más allá de todo análisis, callar, reviste cierto estado de privilegio que en el contraste con la realidad, resulta totalmente hegemónico e insensible. Brutal contraste con aquellos que callan porque no tienen voz. Porque la perdieron. Porque se las han arrebatado o, tal vez, porque  han olvidado que la tenían.     
                                         
"Callar",  extraño privilegio de unos pocos que miran su entorno, calculan tal vez determinadas cifras, se ilusionan con concretarlas y, del mismo modo que llegaron, se alejan dejando tras de sí, una ciega realidad. 

Los pocos, se regodean del polvo que sus truculentas especulaciones levantan. Absortos de todo, divagan desde un tobogán que los deposita ahí nomás, al costado de sus ambiciones. 

Próximos a repetir las palabras que resulten necesarias, vaciándolas de contenido - sin escrùpulo alguno -  despojándolas de toda posible conjunción, pervirtiendo la sintaxis que da sentido y estimula la lectura. 

Por todo, los pocos, se frotan las manos, miran absortos aquello que los muchos verán desde lejos y,  desde una perspectiva desfavorable, pensarán que lejos están sus barcos de aquellas costas. 

Los pocos, dueños del viento, del agua y de la esperanza que antes albergaban los muchos. Hoy,  en este desierto de emociones,  de sin sabores y desterrados de toda lógica, los gestos, los compromisos, son vestigios dormidos de aquello que alguna vez los muchos vivieron. 

Los muchos que contemplan cada amanecer como presagio de una realidad de la cual intentarán ser parte y con esta trama, construir un sustento para sus vidas. 

La madre naturaleza nos habla a cada paso y en todo momento. El hombre que calla no se comunica, no se expresa y por lo tanto deviene en enigma que deambula sordamente y sin pretensiones.

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